Narrador de gran
trayectoria, Augusto Higa Oshiro es un escritor que en muchas de sus
narraciones refleja el mundo urbano limeño, con una sutileza que recuerda las
influencias de sus ancestros, pero circunscribiendo sus historias al ámbito
local.
Formó parte de la
generación del setenta y del Grupo Narración, junto a escritores como Antonio
Gálvez Ronceros, Gregorio Martínez y Oswaldo Reynoso, con quienes cultivó una
gran amistad. Con ellos publicó la revista “Narración”, en 1966, en la que
difundía sus primeras historias. Ha publicado dos
libros de cuentos, una novela y un ensayo testimonial, y ha sido reseñado en
diferentes publicaciones.
Ha publicado los libros de cuentos Que te coma el
tigre (1977) y La casa de Albaceleste (1987), las novelas Final del Porvenir (1992 y La iluminación de
Katzuo Nakamatsu (2008) y el intenso relato
testimonial Japón
no da dos oportunidades (1994). Su narrativa se caracteriza por
reflejar el nuevo realismo urbano.
Su última novela fue considerada como
la mejor de 2008 y es, según la crítica, la novela breve más consistente de las
últimas décadas en Perú. Okinawa existe se hizo
merecedora del VII Concurso Nacional de Cuento, premio "José Watanabe
Varas".
Este año Augusto Higa publicará la novela Gaijin, que en idioma nipón significa "extranjero" y que describe a un migrante asiático en Perú previo a la Segunda Guerra Mundial. Las fotografías que acontinuación se muestran fueron realizadas para la solapa de su libro, el cual saldrá publicado bajo el sello editorial Animal de invierno.
Este año Augusto Higa publicará la novela Gaijin, que en idioma nipón significa "extranjero" y que describe a un migrante asiático en Perú previo a la Segunda Guerra Mundial. Las fotografías que acontinuación se muestran fueron realizadas para la solapa de su libro, el cual saldrá publicado bajo el sello editorial Animal de invierno.
En el primer cuento, "Okinawa
existe", La obachan (abuela) Miyagui está sumergida en el
delirio; su existencia está invadida por imágenes oníricas y el recuerdo de
Okinawa. El desarraigo en que transita la ha transformado en un ser doliente y
ensimismado. La obachan termina siendo embestida por un
camión. Antes de su muerte, que la había presagiado, se vislumbra el
resquebrajamiento de la última imagen de Okinawa. El último relato, "Antes
que lleguen los bárbaros", desarrolla a Waldemar, un loco decrépito que
tiene alucinaciones y divaga en la memoria abstrayendo imágenes que nunca
regresarán, pero que lo ayudan a luchar contra la muerte, el tiempo y la
memoria. En ambas narraciones, los personajes transitan a través de la memoria
y la imaginación, lugares que se tiñen de locura donde las voces que aparecen
de forma alucinatoria nos presentan a seres desencantados por un presente que
absorbe la mínima necesidad humana de equilibrio y que crea estados alternos de
delirio para menguar aquellas necesidades básicas que son carentes por el
medio, ya sea social o cultural; por ello los personajes se mueven en una
representación a través del pasado o la existencia de reminiscencias que buscan
eco en el retorno de imágenes y eventos alejados, así la muerte parece ser la
única salvación ante tanto dolor soporífero; muerte que se observa en el
penúltimo cuento "El amor de Mister Simons"; aquí, un gringo
estrambótico con visión agónica de la vida, se casa con Dolariza Córdova; para
luego de vivir un tórrido encantamiento sexual de varios días, terminar
muriendo de un derrame cerebral. Se percibe que los broches de un amor
desenfrenado terminan en un final fatalista y pesimista, pero este final tiene
un encantamiento de belleza trágica, como si fuese un estado de purificación o
alternancia hacia la armonía, ya que la muerte es encontrada luego de una
experiencia febril de la vida, del estado frenético y amatorio.
De sintaxis
sostenida en descripciones y el uso puntuado de adjetivos, la prosa plástica y,
por momentos, introspectiva de Augusto Higa, nos plasma personajes que fluyen
en una condición de delirio, pero dentro una poética de la locura que ayuda a
armonizar una condición pesimista, desarraigada y degradada de los niséis; este
tránsito se nos muestra dentro de una floresta de las calles y espacios de una
urbe plagada de diferencias y, a veces, envilecida por la presencia de quienes
asimilan sus estados de (in)conciencia con voces que pulsan la presencia de la
muerte, acaso como redención o salvación.
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